miércoles, 18 de abril de 2012

EL MIO NO ES SUYO



Por: CÉSAR ARTURO CASTILLO PARRA*
Ahora cuando los medios con tanto ruido (nada desinteresado) reproducen las dificultades del sistema de transmilenio, vale la pena empezar a evaluar y discutir lo que ha significado la implementación del Mío en Cali, para evitarnos los traumatismos de la ciudad capital. Si no logramos que los ciudadanos expresen sus opiniones en el ejercicio pleno de sus derechos políticos y seguimos dejándole la toma de decisiones a los tecnócratas con su verborrea de especialistas, el transporte público irremediablemente se irá por el viejo camino del despelote porque el Mío no es nuestro, es un monopolio privado que funciona aprovechando las inversiones públicas en infraestructura. Esto es muy importante recordarlo pues ya sabemos, con la experiencia de las EPSs, lo que sucede cuando priman los intereses de los capitalistas sobre el interés general. Evidentemente la implementación del Mío ha significado una mejora sustancial para las condiciones de vida de muchos de los ciudadanos, se acabaron los buses destartalados, la guerra del centavo, la patanería de los conductores y las paradas en medio de la calle, entre otras cosas. Y aunque todavía hay quienes añoran el viejo despelote la mayoría pedimos que lo nuevo debe y puede seguir mejorando con la intervención efectiva de los ciudadanos y del Estado. El potencial es enorme porque cada vez que hablo con alguien sobre este tema, van surgiendo nuevas ideas, aparecen críticas, recomendaciones, señales de advertencia etc. Pero, el problema es que la gerencia del Mio no está recogiendo el sentir de sus usuarios y eso es grave porque generará indiferencia y posteriormente malestar. En lo personal considero que en la implementación del sistema estamos volviendo a caer en el error de meter por las principales vías demasiadas rutas, generando congestión vehicular, lentitud en las estaciones y lo peor, duplicación de esfuerzos, algo que se aprecia cuando pasan buses a medio llenar. Lo otro es que, a pesar de las cuantiosas inversiones en el centro, dejamos pasar la oportunidad de contar con espacios amables para los ciudadanos, con senderos o calles peatonales, bien iluminadas y limpias, todo porque a los tecnócratas y a los señores de los buses se les ocurrió destrozar la calle trece y volver a llenar esa arteria y la calle 15 con innumerables rutas, que obligadamente viajan a paso de tortuga. Me parece que en lugar de aumentar el número de las rutas, el futuro está en maximizar el sistema de transbordos con un esquema que comprenda dos rutas circulares, una atendiendo al centro y otra perimetral, dos rutas diametrales y otras de carácter radial y tangencial. Lo cierto es que si como ciudadanos, queremos que nuestras vidas mejoren debemos acostumbrarnos a exigir que el sistema se vaya ajustando a nuestras necesidades y a pensar que los buses no pueden llevarnos hasta la puerta de la casa. En cuanto a las rutas alimentadoras; es evidente que hacen falta rutas para acabar con el viejo servicio; carecemos de paraderos que nos protejan de la lluvia y el sol; no hay señalización ni elementos de información suficientes; y en muchas partes hay un excesivo gusto por parar, haya o no pasajeros por recoger. Con esto último perdemos todos, hacemos del trasporte un sistema lento y ayudamos al deterioro de los vehículos. La lista de observaciones son muchas y la crisis se aproxima, pero como he indicado, lo ideal es que cada cual se apersone del tema y vayamos expresando nuestras opiniones. Yo dejo aquí mis ideas y le cedo al lector el turno para que envíe sus opiniones a este medio y para que algún día, usted sienta el Mío como suyo.
*D.E.A en Humanidades. Universidad Carlos III – Madrid (España)

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