Por Luiyith Melo García
Este año se han presentado 401 conflagraciones y se han perdido 230 hectáreas. El fuego está alterando el clima. La casa de Eduardo Velásquez, en el Mameyal, estuvo a punto de quedar reducida a cenizas el pasado 24 de julio. Las llamas devoraban un bosque que hay arriba del Zoológico Municipal y se metieron insospechadamente por una cañada, atravesaron un cortafuego que habían hecho los vecinos para aislar incendios y llegaron frente a la puerta de la vivienda. Eduardo estaba fuera de la ciudad y tardó días en volver. Una tragedia para él que vela por la naturaleza en su condición de director regional de Parques Nacionales. Cuando el fuego incontenible amenazaba con quemarlo todo --su casa y la de media docena de vecinos suyos--, un helicóptero bambi de la Fuerza Aérea apareció en el aire y vació su carga de agua sobre la cabeza de ese infierno ambulante y la vivienda de Eduardo. El capitán Jairo Soto llegó al lugar con una máquina de bomberos y completó la contención del fuego. La casa fue evacuada. También debieron salir varias familias más: los Restrepo, los Rentería y Luz Marina Guerrero. Seis viviendas, de las 80 que conforman el sector residencial de El Mameyal, (una vereda del corregimiento Los Andes, de Cali), fueron evacuadas. La falda de esa loma quedó convertida en un inmenso carbón. Hoy, la casa de Eduardo no tiene agua. El incendio forestal afectó nacimientos hídricos y aljibes. Su conexión a la fuente superficial de agua se destruyó y para abastecerse debe acudir a la provisión de carrotanques de Emcali. Cada tanque de diez metros cúbicos vale $300.000. En un mes más, por los grifos de las 80 viviendas del Mameyal no bajará ni una gota de agua. La arquitecta Luz Marina Guerrero no ha querido volver a ver la tragedia del bosque que dominaba su entorno. El espejo de agua de su aljibe, que estaba en cuatro metros quedó reducido a dos. “No quiero volver a medir, sólo espero el momento en que abra la llave y el agua no vuelva a salir”, se lamenta. Los animales huyeron despavoridos del bosque incendiado. Eduardo dice que “es el estrés ambiental”. Los animales tienen un espacio natural para moverse, pero con la quema su área de maniobra es menor, tienen menos vegetación, menos agua y comida y quedan expuestos a los predadores. En esa diáspora de fauna, las culebras ya están llegando a la casa de Luz Marina, las plagas aparecen en la vivienda de Eduardo, en los alrededores se ven los tigrillos yaguaroundi, los armadillos, los troncos carbonizados, el aire con sabor a humo, la agonía del bosque y los dueños de lo ajeno. Todo llega, menos el agua. Alerta máxima El capitán del Cuerpo de Bomberos de Cali Jairo Soto, quien está al frente de la extinción de los incendios, dijo que esa fue una de las dos conflagraciones más grandes que se han presentado este año en la región. Ese 24 de julio, 40 bomberos tuvieron que enfrentarse a las llamas en El Mameyal, mientras 70 unidades más luchaban contra el fuego en La Castilla. Una exigencia máxima para los socorristas disponibles que no son más de 180 y apenas 60 por turno. El oficial calcula que los 401 incendios ocurridos en lo que va del año han destruido más de 230 hectáreas de bosque y vegetación., aunque el director del Dagma Jesús González cree que el área incinerada no es tanta. “Eso hay que medirlo y la zona todavía está caliente”, advierte el funcionario. Y, en efecto, los cerros de Cali están calientes. El capitán de bomberos Álvaro Gutiérrez advierte que lo que ha pasado hasta hoy es sólo el preámbulo de lo que viene, porque agosto es el mes más crítico para los incendios forestales por su sequedad y la fuerza de los vientos. La ola de calor que vive la región es un coletazo del fenómeno del niño que, según los pronósticos del Ideam, será más agudo y se prolongará hasta principios del 2010. Y aunque la temperatura aumenta, la humedad relativa disminuye y la velocidad de los vientos es mayor (todo lo cual aviva los incendios), es el hombre el responsable de que los cerros ardan.
La ley prevé castigos de entre dos y diez años de cárcel y una multa de 100 a 500 salarios mínimos mensuales para quienes provoque un incendio forestal. Dos bomberos de Dagua resultaron quemados al combatir un incendio forestal. En Cali otros dos están heridos, pero de menor gravedad. También han ocurrido incendios forestales urbanos en Cali, el más grave y repetitivo es entre Vallegrande y el Centro Comercial Río Cauca.Las chispas de fuego que caen a la vegetación reseca, los carbones encendidos de fogones, las colillas de cigarrillo o la quema de basuras y cultivos son los responsables de prender la vegetación y los bosques en más del 90% de las veces. También hay intereses de colonos e invasores que propician las quemas para acceder a nuevas franjas de terreno. Pero el problema no es sólo la primera chispa. Es también el tipo de estructuras forestales sin adecuación que tiene Cali y su zona influencia. Todo un cerro arde porque no se han hecho cortafuegos o caminos aislantes que en un momento dado eviten que las llamas pasen de un área a otra. El primer responsable es el Dagma. Las fuentes de agua, que son otro aislante natural del fuego, muchas veces son canalizadas y desviadas a una misma área por colonos para su aprovechamiento agroforestal, dejando desprotegidas inmensas zonas de bosque. Tampoco hay señalética, cercos, adecuación de terrenos, todo lo cual ayuda a prevenir y mitigar incendios. Los expertos calculan que se ha perdido media generación con las recientes quemas de los cerros. Pero también se han perdido árboles notables y activos ambientales de 80 y 100 años, cuya recuperación no sólo requiere tiempo, sino un trabajo científico y técnico organizado de entidades como CVC, Dagma, Emcali y la misma comunidad. El problema es que, como lo reconocieron el capitán Soto y el director de Dagma Jesús González, en estas zonas “se ha quemado bosque y subsuelo”. Y el subsuelo es la capa vegetal de microorganismos y nutrientes que permite que surja la vida forestal. Por eso, los incendios de Cristo Rey, La Elvira, El Saladito, Pichindé y la Castilla, a más de 1.400 metros sobre el nivel del mar, se vuelven muy difíciles de controlar y, si no se apagan bien, se acumula calor en el subsuelo y los árboles se secan porque se les calientan las raíces y pueden volver a prenderse. “Ese es el gran peligro que tenemos en estos incendios”, advirtió Soto. Lo otro es que, como lo dijo el ambientalista Armando Palau, estos incendios no sólo están haciendo daños en la flora y la fauna, sino que “están provocando un aumento en el efecto invernadero y el calentamiento global”. La ola de calor que estamos padeciendo hoy tiene que ver con la contaminación y la quema de bosques que son un pulmón natural, lo cual ha alterado el clima y el régimen de lluvias y de sol. Esto quiere decir que no sólo Eduardo Velásquez, Luz Marina Guerrero y sus vecinos padecerán la sed y los efectos de los incendios, sino todos ciudadanos, incluso los que de lejos apenas si ven el fogonazo y el humo de los cerros. Cifras de incendios Los estudios indican que entre 2002 y 2007 se presentaron en el país 6.193 incendios forestales que afectaron un total de 273.437 hectáreas de diferentes tipos de cobertura vegetal. Entre el 2007 y el 2009 hubo una baja sustancial en los incendios por el régimen de lluvias. Entre el 2002 y 2007 en Cali se presentaban entre 10 y 24 incendios diarios. En lo que va corrido del 2009 el rango diario de incendios está entre 6 y 9. A su mitigación contribuyeron algunos esfuerzos en prevención. de la CVC, el Dagma y el Cuerpo de Bomberos Se capacitaron grupos comunitarios, se montaron las brigadas forestales junto con el plan vigías y se capacitaron a estudiantes de escuelas y colegios de la zona de ladera para que ayuden a hacer prevención.
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