miércoles, 7 de abril de 2010

Niños venden sexo en el semáforo



foto:fotos.com.es

http://www.elpais.com.co/blogs/principal/blog1.php?b=54


Tres y treinta de la tarde en el semáforo de la Avenida Pasoancho con Carrera 70. Un niño que no supera los 8 años –y que más parece un fantasma perdido en medio del barullo de
la ciudad– se arrima al conductor de un vehículo Optra y se prende con
sus frágiles manos a la ventana del conductor: “amigo, deme dos mil
pesitos no más y le hago lo que quiera. Si quiere me subo y negociamos
en el camino”.


El conductor, atónito, sin salir de su asombro, le pregunta al niño por sus padres, por su hogar. Pero al sentirse confrontado el niño sale corriendo. La luz
cambia a amarilla y el conductor pierde de vista al chiquillo.


No es la primera vez que una transacción sexual busca concretarse a plena luz del día. Tampoco, la primera vez que un menor de edad la ofrece. Pero lo que sí es muy
doloroso es que ahora a la inmensa cadena de explotación de mendicidad
en las calles de Cali haya que agregarle un nuevo drama: la prostitución
infantil que busca chance en el semáforo.


Las pruebas pululan. Otra persona me contó que justo a unas cuantas cuadras del lugar donde el niño vendía sexo oral, dos estilizadas niñas de tez negra –en plena edad
de formación sexual– desfilan en la vía, a parentemente vendiendo
dulces.

Pero al tener frente a frente al conductor del vehículo destapan sus verdaderas intenciones: “por qué no me lleva por ahí yo le hago lo que quiera”. El semáforo cambia de color
más rápido de lo que ellas quisieran y sin lograr concretar negociación
se escurren hacía el separador vial, como si nada hubiera pasado. Como
si sólo hubieran dejado de vender un chicle más.


Increíble y dramático. Al comentar estos dos casos entre amigos me enteré de otras historias similares ocurridas en el sur de Cali, protagonizados por menores de
edad. “¿De qué te sorprendés? “eso ha pasado toda la vida en Cali”.


Sí, la prostitución ha existido desde siempre. Pero que un niño o que un par de niñas en la pubertad vendan su cuerpo en el semáforo es algo que no puede dejar de
sorprendernos.


Porque es justamente esa insensibilidad de la que padecen las grandes ciudades la que se convierte en cómplice perfecta para que se aniden los peores males de
los que da cuenta nuestra realidad. Porque no hay peor crueldad en una
sociedad que la indiferencia y mucho más cuando ésta es con los niños.

Porque no hay mejor cómplice para la explotación de la miseria que la permisividad, que la limosna. Porque no hay peor gobernante que aquel que es incapaz de ejercer autoridad,
lo cual contribuye a que fenómenos como el del niño que ofrece sexo oral
en el semáforo se vuelvan paisaje en una ciudad donde muchos no
aprendieron ninguna otra forma de ganarse la vida, más que en la
mendicidad.


Ojalá estos días de reflexión sirvan para mirar qué podemos hacer por quienes apenas cuentan su edad con los dedos de sus manos y ya están condenados al abandono y la
miseria.
Ojalá tanto las autoridades municipales como de protección al menor pongan sus ojos en esos niños que merecen algo mejor que ser
prostitutos y encima, explotados.

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