martes, 23 de febrero de 2016

Jóvita Feijoó, la Reina de Cali


Jóvita Feijoó. Pintura de Arlés Herrera - Calarcá.

"Vestida con lujosísimas prendas, paseaba las calles de la capital del Valle. Tuvo siempre un asiento en la Plaza de Toros y se codeó con presidentes, políticos y artistas. Su vida libertaria encarnó ese recóndito anhelo de los pueblos de no dejarse jamás poner cadenas"
Ricardo Arenales
Con la mayor impudicia y sin asomo de prejuicio alguno, se bañaba desnuda en las aguas del río Cali, ante la mirada atónita de transeúntes y paseantes.
De alguna manera, quizá sin saberlo evocaba el rito sagrado de millones de hindúes, que en una fecha especial del año se sumergen en las aguas del Ganges, el río más sagrado del mundo, para lavar sus pecados y acortar la distancia para alcanzar la salvación en el Nirvana.
O como lo hacen los egipcios, que se sumergen en el Nilo, glorificado por Herodoto en el siglo V antes de Cristo y declarado río sagrado por ese pueblo milenario desde la época de los faraones.
Señalada de poseer una estulticia congénita, Jóvita Feijoó fue un personaje de la cultura popular caleña. El día de su muerte, según los registros fotográficos del periódico El País, de la capital del Valle, se volcó a acompañar el féretro una multitud impresionante, como nunca antes se vio en esa ciudad, y hasta ahora no superada en cuanto a acompañamiento a un féretro. Las máquinas del cuerpo de bomberos, ululaban al paso de cuerpo yerto de la soberana, para expresar su dolor, exteriorizar su cariño, para significar que Cali había perdido una reina, pero veía nacer una leyenda.

En grandes escenarios

Jóvita Becerra Feijoó, nació en Palmira el 6 de junio de 1917, y falleció en Cali el 15 de julio de 1970. Su nombre de bautizo, en realidad fue Jovina, pero la ciudad la conoció simplemente como Jóvita. De niña se inscribió en un concurso de radio para interpretar una canción. Desde muy temprano sentía admiración por los corridos mexicanos y pensaba que alguna vez sería una cantante famosa. El director del programa introducía un sonido chillón, similar al ladrido de un perro, para descalificar a los malos concursantes.
A Jóvita le aplicaron la sanción. Y fue tal su indignación y protesta, que el conductor del programa, para quitársela de encima, la nombró “reina de la simpatía”. Hay quienes aseguran, que la muerte de su sobrino Humberto, a quien quería como a un hijo, y al poco tiempo la desaparición física de su madre, Joaquina, le trastocaron el seso.
Toda la vida vivió sola, nunca tuvo hijos, hablaba y se reía sola. Pero en su locura, fue ganándose el cariño de la gente. Los estudiantes de la Universidad del Valle la coronaron “reina de la alegría”. Y ya, con dos nombramientos encima, tomó la cosa muy en serio; ella misma se proclamó reina de reinas.
Las señoras de la alta sociedad caleña la proveían de vestidos lujosos, a la moda. La mayoría de las veces andaba a pie. Pero cuando se montaba en los buses o tranvías, nadie le cobrara. Y si intentaba hacerlo, tenía la ira de la Reina de Cali.
foto:calihoy

Nadie se explica cómo tuvo siembre un asiento en primera fila en las corridas de la Plaza de Toros. Y encabezaba los desfiles de la Feria de Cali. A veces, incluso, sobre una de las máquinas del cuerpo de bomberos. También ingresaba al recinto de los encumbrados socios del Club Colombia o al del concejo distrital. Regañaba a los concejales que no iban a trabajar. Y en ambos escenarios, el empresarial y el político, abogaba por los pobres y muchas veces consiguió que les reparan una calle, les dotaran una escuela, les resolvieran alguna queja.
La mañana en que murió, se había levantado a las cinco y media, como de costumbre. Se metió en la ducha del baño de su humilde cuarto en el barrio El Hoyo, al norte de Cali, y allí cayó bajo un fulminante paro cardíaco. Así la encontraron, bajo el chorro de agua, purificando su alma.
Tras su muerte, nació la leyenda. Su vida inspiró poemas, canciones, obras de teatro, novelas y hasta una escultura, que permanece en el Parque de los Estudiantes, conocido también como el Parque de Jóvita. El poeta Javier Tafur, en su novela “Jóvita o la biografía de las ilusiones”, la describe como una mujer libre, llevada por el viento de sus sueños. “Jóvita es un Prometeo sin cadenas”, dijo el poeta, y el cariño que se granjeó entre las multitudes se explica en que su vida loca encarnó el anhelo de un pueblo de no dejarse poner jamás los grilletes sobre sus manos.
foto:calihoy


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