lunes, 13 de febrero de 2017

#Cali, un mar de sombras


Doce meses de mucho predicar... La alcaldía de Maurice Armitage, inscrito por firmas como candidato para regir el destino de Cali y, por tanto, con ínfulas de “independiente”, inició su gestión precedida de muchas expectativas. No era para menos, durante su campaña alcanzó a hablar de la necesidad de avanzar en la redistribución de la riqueza en el país como vía para superar la pobreza –particularizando en su ciudad–, para concretar lo cual buscaría lograr “un cambio en la mentalidad de los ricos”. Su promesa de ser un buen gerente para la ciudad, enfatizando que era un hombre de acciones, que lo único que sabía era hacer y trabajar, también despertó esperanzas de que los de siempre –ricos y gobernantes– darían paso a que los ingresos que recibe la ciudad por fin llegarían, de manera notable o creciente, a todos los sectores que la habitan.

No es extraño, por tanto, que los estratos populares y sectores de clase media esperaran, esperanzados en sus discursos de campaña, la concreción de un gobierno muy dinámico, caracterizado por acciones administrativas de gran contundencia e impacto. Acciones que partieran la historia de la ciudad en dos.

¿Palabras, no más que palabras? O, ¿imagen no más que imagen? Como otros funcionarios del país que saben que a la gente le gusta verlos en sus territorios, este propietario-gerente de la Siderúrgica de Occidente (Sidoc), dueño del Ingenio del Occidente, socio de Cementos San Marcos, miembro de la Cámara de Comercio de la ciudad, así como de Fenalco, es decir, todo un cacao, deja de manera constante sus oficinas para dejarse ver por los barrios pobres. La informalidad gusta, pero no se traduce en rupturas con lo ya establecido, de lo cual lo realizado por él durante estos primeros 12 meses es una clara expresión.

Por ello, a medida que transcurrió este primer año de gestión, vivimos una sensación agridulce, encontrándonos con un alcalde perdido en la maraña del día a día, jugando a la improvisación, sin un libreto claro, con un plan de desarrollo hecho a retazos de lo ya establecido por anteriores alcaldes.

De esta manera, la ciudadanía observa un Armitage con mucha voluntad, con deseos de acertar en su labor, pero sin lograr superar sus propias carencias, su desconocimiento notorio de la función pública, su limitación para trabajar en equipo, sin capacidad para lograr que los ricos renuncien a parte de sus dividendos y, ojalá, de sus intereses políticos, territoriales, económicos, parte sustancial de lo cual queda reflejado en el Plan de Ordenamiento Territorial, o en la manera como los ricos, por conducto de sus voceros y representantes políticos –en el Concejo municipal y las distintas secretarías municipales–, proyectan y planean la ciudad, arrinconando más a los empobrecidos y brindando todo tipo de normatividad para el beneficio de los ricos. Todo esto permite colegir que se perdió un año, un cuarto valioso de tiempo de su periodo administrativo.

Más allá de esto, en medio de un panorama de incertidumbre y desconfianzas, es imposible ignorar que cuenta con respaldo en las comunidades, logro alcanzado por su permanente presencia en los barrios, dándole la cara a la gente. Los gastos en publicidad e imagen no están ausentes de este logro.

Tres graves problemáticas


Cali tiene identificadas tres grandes problemáticas que son el medidor de toda gestión pública:

1) La seguridad. Este es un tema y una realidad de alto impacto ciudadano, de ello es consciente el nuevo Alcalde, que aunque no ha roto con las políticas heredadas, incrementando el pie de fuerza y dándole continuidad al control social, sí ha tratado de impregnarle un pequeño giro a esta política al emplear a jóvenes identificados en las políticas oficiales como de “alto riesgo”, habitantes de las zonas más empobrecidas de la ciudad. Podemos decir, entonces, que hay un balance positivo al disminuir la tasa de homicidios en un 7 por ciento en relación al 2016, pero el crecimiento de la delincuencia, reflejado en delitos como el hurto, la extorsión, lesiones personales, etcétera, sigue en alza. En este acápite de la seguridad hay un programa de intervención social denominado los Tios (territorios de inclusión y oportunidades), el cual debemos evaluar posteriormente para conocer sus alcances.

2) El funcionamiento de Emcali, la empresa pública de servicios. Emcali viene de una intervención de la Superintendencia y su calvario no termina, en su futuro solo se avizora la posibilidad de una venta del componente de Telecomunicaciones, lo que significaría la división de la empresa dejando al garete, desfinanciado, el alcantarillado y el acueducto; su falta de gerencia y gestión la amenazan con la quiebra; problemática agravada por el interés particular de un sector de la élite caleña por vender la empresa o recortarle su carácter público. Sobre este particular, lo único claro con el Alcalde es que no ha pasado nada, su ausencia ha sido total en las decisiones y el fantasma de la privatización de verdad ya asusta.

3) El transporte masivo (MIO). Este sí es un verdadero dolor de cabeza para los ciudadanos. El MIO tiene una flota de buses articulados, padrones y complementarios de 900 vehículos que se esperaban en operación, hoy esta flota está debilitada, hay graves problemas de cobertura y cubrimiento de la totalidad de la ciudad, además de la ineficiencia por la demora de los traslados. El transporte masivo, como resultado de un inadecuado manejo y una deficiente planeación, está a punto de colapsar, del parque automotor solo funciona el 70 por ciento; el hecho más grave de esta crisis es la quiebra de los operadores, sin capacidad financiera para renovación de vehículos, ni tampoco para garantizar la operación del sistema. Ante esta realidad, la ciudad está invadida por motos, cuyas ventas crecieron en un 60 por ciento, paralelo a lo cual el transporte pirata se prolonga como la “solución” desesperada para miles de usuarios, víctimas del descalabro del MIO. Corrupción y erróneas inversiones tienen al borde de una intervención a Metrocali, la empresa del transporte masivo en la ciudad.

Otras áreas públicas


Salud: los logros son escasos. Aunque la ciudad ha librado con éxito la lucha contra los brotes epidémicos del dengue, chikunguya y zika, el municipio ha sido poco incidente en la grave crisis de la red hospitalaria, donde el principal y más grande hospital público (el Universitario del Valle) está al borde de la liquidación, sin una solución efectiva para los miles de usuarios que acuden a sus instalaciones por atención.

Educación: se perfilan políticas integrales de mediano y largo plazo tendientes a subsanar el problema de la educación pública; está en trámite un crédito ante el BID para la construcción y dotación de instituciones educativas en las zonas de mayor poblamiento y necesidad.

Un problema que afecta la educación oficial es la corrupción, manifiesta en los llamados colegios de cobertura, los mismos que absorben el 60 por ciento de la demanda educativa en los estratos 1-2. El nuevo Alcalde no ha roto con esta política, prolongando una problemática muy seria de calidad, tanto por las condiciones físicas de los colegios como por la formación y remuneración de los docentes. Con recursos públicos se sostienen más de 95.000 niños en establecimientos de carácter privado, que no ofrecen ninguna garantía para el educando.

En materia de gestión, el alcalde Armitage es más lo que adeuda que lo realizado en concreción de sus promesas de campaña. El balance refleja una preocupación por atender a los jóvenes, por brindarle capacitación, empleo y reducir tasas de delincuencia.

En otros ítems observamos resultados negativos, resaltados en la movilidad, la operación de los servicios públicos –con permanentes cortes de agua y energía–, claroscuros en el tema ambiental (no hay contundencia en las intervenciones en este tema), y una política social rodeada de buenas intensiones pero de limitadas acciones.

En definitiva, no basta con ser empresario exitoso ni rico con tiempo disponible para ensayar supuestas capacidades en otros escenarios. En lo público lo fundamental es hacer equipo con el conjunto social, identificando las necesidades más álgidas de la ciudadanía, para darles solución, y desatar las energías ciudadanas para asumir en sus manos los retos que les depara la vida diaria. El empresario venido a político –no dispuesto a romper con su clase– no entendió esté reto, ni lo entenderá en los años que le faltan para culminar su alcaldía.

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